¡Es que allí obligan, no como tú!

Hay días en los que salir a la calle te aporta un sentimiento agridulce. Por un lado te llenan de la alegría que supone confirmar lo que llevas pensando durante mucho tiempo, y por otro ahonda en la tremenda tristeza que supone que la cosa sea sí. Me explico. Ayer fue uno de esos días. Ayer era uno de esos Lunes insulsos que no anticipaban ninguna emoción. Presto a saldar una deuda con mi cinefília y teniendo en cuenta que era día de reducción de precio (no se cómo lo llaman ahora, ¿día del espectador?, ¿día de la butaca?, ¿día de te bajo el precio porque los Lunes no viene ni Cristo?)
El caso es que ayer los cines, por lo menos el Renoir Plaza de España, reducían su precio habitual, y decidí irme a ver una película.

La tarde estaba tranquila, y la temperatura ayudaba a salir un rato de casa. Tomé el metro que me llevaría desde mi casa hasta la susodicha Plaza de España, y una vez allí, tras encontrar el hueco perfecto (de pie) que me acogería hasta el destino donde debía trasbordar a otra línea, noté cercana la presencia de una mujer con un niño de no más de siete años, el cuál debia de ser su hijo. Digo noté porque, a pesar de las estrecheces de un vagón de metro, en ningún momento tuve un contacto visual previo ni con ella ni con el niño. Simplemente no me había percatado de ellos.


Lo primero que me hizo prestar atención a "la pareja" fue el olor a algo recién hecho que me llegó nada más pasar ellos a mi lado trás entrar en el metro. El olor provenía de algo que ella llevaba en las manos. Al principio pensé que debía tratarse de un postre recien hecho que debía llevar encima con sumo cuidado y que debía haber preparado para tomar café o té con alguna cita que debía tener. Todo esto pasó por mi cabeza, que es muy dada a imaginar, antes de mirarles. Al girarme hacia mi derecha vi que mi olfato me había traicionado y que mi mente había fluido, como siempre, prematuramente.
La madre del niño, colocada ahora a mi más cercana derecha en el vagón, portaba un plato de aluminio cubierto con más papel de aluminio para evitar la perdida de calor de unas patatas fritas estilo McDonald's que iban dentro del tal plato, y al que el niño acudía de vez en cuando hurgando en busca de alguna patata furtiva que llevarse a la boca a las cuales ni miraba mientras su madre le sotenía el plato. Esto fue lo primero que llamó mi antención. Pensé. ¿Por qué no dejará la madre que el niño sostenga el mismo el plato en lugar de mantenerlo ella en la mano mientras el niño juega con la consola? ¿Por qué no le hace apagarla al menos mientras come? No hizo falta que me lo preguntara durante mucho más tiempo. Al poco ellos mismos me darían la respuesta sin necesidad de inquirirles nada.

Como decía el niño sujetaba en sus manos una de las famosas consolas Nintendo DS y parecía divertirse (aunque la sensación a raíz de su concentración no me hacían pensar en una actividad divertida) con uno de los juegos de Pokemon mientras, de cuando en cuando, estiraba la mano para coger, como digo, alguna patata del plato.

Hasta ahí supuse que era la típica estampa actualizada de madre que recoge a niño del cole y se lo lleva a casa o a otro sitio para alguna actividad mientras el da la "merienda" (¿¿¿patatas fritas???) Mi sorpresa vino con el pequeño dialogo que mantuvieron a continuación y que, o mucho me equivoco, o a tenor de la secuencia, es de lo poco que esa madre debe hablar con su hijo a lo largo de el día.

La madre pregunta:
- ¿Que has comido hoy? (en el cole, se supone)- Me llamó la atención que la madre no lo supiera cuando se les suele pasar un planning de la dieta semanal de los niños en los comedores. Aunque después pensé que era un modo como otro cualquiera de iniciar una conversación con el absorto niño.
El niño tarda en responder tanto que me hace pensar que la va a ignorar. Al rato responde:
- Arroz, pollo y un plátano. (Todo esto sin mirar a la madre ni dejar de jugar con la maldita máquina)
Su madre vuelve a la carga:
-Arroz, ¿blanco?
El niño esta vez sí, mirando a su madre, reflexiona y contesta:
-¡¡Umm! No, con tomate. (Respuesta concisa a pregunta concreta)
La madre continua en un esfuerzo, sabe que baldío y algo desesperado, por levantar la inexistente comunicación entre ambos:
-¿Te has comido el plátano entero?
El niño "llamando a gritos", y no debía ser la primera vez, la atención de la "sorda" (maternalmente hablando) madre insiste:
-Ya te he dicho que allí (en el comedor del cole) obligan. No como tú.
La madre ni se inmuta. Permanece callada unos segundos para, al cabo de unos instantes, intentar responder, sin convicción alguna, a fin de justificar su falta de caracter ante la lección que acaba de darle un niño de 7 años, el cuál se sabe dominador absoluto de la voluntad de su madre.

Cuando regreso de mi asombro ante la respuesta del niño, repito, de siete años, y tras asistir a un cortísimo asalto dialéctico, aunque suficiente para dejar de manifiesto el desequlibrio existente a favor del niño, el cuál vence ya por K.O. técnico a un adulto que no dispone de la más mínima capacidad psicológica para manejarle y al que cree, el adulto, equivocadamente estar educando con una falsa y dañina protección consistente en concederle todos los caprichos que el tenga a bien pedir para tenerle siempre contento y cerca, con la falsa esperanza de que compra de algún modo una voluntad menos fácil de moldear de lo que en un principio se piensa. La de los niños.

La conversación derivó ya en continuas demostraciones de poder por parte del niño hacia su madre, incapaz siquiera de dirigir una conversación que le quedaba grande a sabiendas de su incapacidad para oponerse su pequeño. Ese tierno, e indefenso ser que un día llevo en su vientre, y que hoy no duda en aprovechar la coyuntura que le proporciona una madre sin personalidad ni capacidad educativa para satisfacer todas sus necesidades materiales.

(...) el niño insiste:
- Si quiero que me lo compres, me lo compras. Yo te digo (gimoteando en falso) mami, mami, mami, por favor!! y tu vas y me lo compras (sabe que siempre es así)- Afirma socarronamente, y sin pudor alguno, el pequeño demonio.
- Bueno, eso lo tendré que valorar yo, ¿no?- Contesta su madre carente de convicción alguna.

En la siguiente estación abandonamos el metro para dirgirnos cada uno a nuestro destino.Salí de allí bastante horrorizado, reflexionando acerca del daño que hacen a la educación de los hijos madres/padres volubles que tras años de aceptar siempre, y sin aparente oposición, la voluntad de sus hijos cuando son pequeños se resuelven incapaces de manejarles con el paso de los años y acaban generando más casos de fracaso escolar y de integración social, que acaban en abandono y dejación de sus responsabilidades por parte de los niños (que también deben tenerlas) ante la incapacidad para sortear los obstáculos que la vida les empieza a plantear, por la falta de capacidad de sufrimiento, el desinterés y el poco valor que esos niños han dado siempre a las cosas que le rodean (cosas que por otro lado han conseguido siempre muy fácilmente en el seno de sus familias)

Menos mal que la película me salvó de una tarde de lo más común de todos los días. El día a día.

Comentarios

Armidasbarkas ha dicho que…
Observo que vuelves a escribir en tu blog, aunque sea despues de un año de tu ultimo apunte y a modo de "descarga" tras ese encuentro con la madre del plato de patatas y el engendro maniaco consolero que tiene por hijo. A colacion de todo esto, viene muy bien mi visita al area de obstetricia del Juan Ramon Jimenez, a la que fui para visitar a una amiga que habia tenido mellizos, un niño y una niña. Lo que a mi me llamaba profundamente la atencion, es que donde ella veia amor, ternura y todo eso, yo solo veia PROBLEMAS A LARGO PLAZO, y que si en aquel momento el niño no se tomaba el "bibi" entero ese seria el menor de sus problemas pues lo que tenia entre sus brazos era una maquinita de disgustos autonoma y autorecargable. Para ser funcionario te hacen pasar un examen de mil demonios, para poder conducir un coche tienes que hacer dos ejercicios uno teorico y otro practico, pero para ser padre solo tienes que tener un descuido. Asi funciona esto.

Me alegro de que hayas vuelto a poner los dedos en un teclado.
Phillip Ney Gruffman ha dicho que…
Me alegro de que vuelvas a hacer comentarios tan acertados, aunque discrepemos (cómo siempre) en muchos de ellos. Esa última reflexión es de una gran mente a la que no dejas salir de la cárcel donde la recluyes...
El día que decidas, te ayudo con la lima dentro del bocata....
Paco Núñez ha dicho que…
Por eso no hay que perder la entrañable tradición de propinar una hostia bien dá al "pequeño demonio" de turno. Brillante disquisición. UN ABRAZO.

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